01 febrero 2010

Curro Romero o el tiempo detenido.

Escribe Zabala de la Serna, hoy para elmundo.es

Sólo dos toreros en la Historia del Toreo se conocen, reconocen y recuerdan por sus nombres de pila: Pepe Luis y Curro. Dices Pepe Luis, sin necesidad del apellido, y estás recorriendo Sevilla, el cartucho de pescao, la gracia alada heredada de Chicuelo, la saga de los Vázquez, el barrio de San Bernardo, su dios rubio. Pronuncias Curro, olvidando el Romero, aquella ramita de la solapa, y estás hablando de arte en estado puro, el arte de la otra orilla del Guadalquivir que entronca con Gitanillo de Triana y Cagancho, de verónicas hundidas en los 60, de verónicas mecidas en los 90, el tiempo detenido en un capotillo de pétalos, ensalzado en cinco Puertas del Príncipe maestrantes, siete Puertas Grandes venteñas, las ilusiones perdidas y el pálpito de la incertidumbre de aquellos Domingos de Resurrección, el desplante broncíneo que vigila la Maestranza eternamente.

Umbral definió a Curro sin querer: “Hay pueblos de dioses y mitos aguerridos, indesmayables y musculados. Pero hay otros pueblos que se entregan a los dioses evanescentes, sufridores, débiles y poéticos…” Ése es Romero: frágil, callado en la ventura y en la adversidad, poesía de empaque y naturalidad. Cuando Curro encontró a Carmen a los sesenta y tantos paseíllos por la vida volvió la primavera, y una tarde del 99 en Sevilla caminó por una inolvidable alfombra de verónicas hasta la misma boca de riego. Y la besó con una media de tornillo.

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1 Comments:

Anonymous kafu07 said...

No se si me gusta más Umbral o Curro!

(aquella ramita de la solapa)

10:41 a. m.  

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