07 mayo 2008

Morante de la Puebla.



Ojalá el reglamento, El Cossío y la tradición bastaran. Ojalá no existiera Morante. Cuestión de sensibilidades o del tendido, del viento o de los años curtiendo el culo en asientos de cemento. Y de tiempo, tantas veces menospreciado hasta en este paralelo donde se debería exigir que un minuto durara el doble. Sí, el mundo sería más fácil si las certezas mandaran. Porque entonces todos diríamos que Morante aquella tarde del 6 de junio en las Ventas estuvo mal, que un toro no hace una corrida, que fue lamentable la muerte del tercero y la faena meteórica del segundo, que la corrida de la Beneficencia, con Rey en el palco, himno, autoridades y güisquis a seis euros, exige algo más que capotazos bonitos y una leyenda heredada de otras plazas, que el sentido común no permite errores garrafales y supuestas faltas de respeto al respetable. Pero apareció el sexto toro y, ay, se acabaron las dudas sobre la genialidad del hombre, la finura de la pose y entendimos, de repente, por qué extraña razón nos encerramos con él y seis toros más en una tarde de junio, cuando hay tanta ropa en la lavadora, un marido que nos espera y crónicas por acabar, por qué valen la pena todos los desaires y los euros que nos cuestan horas de vida. Y comprendemos, finalmente, que Morante está en esta fiesta para que lo malcriemos con tal de que nos pare el tiempo y nos enseñe, en el aire, una faena que no existe porque no se aprende, que está metida en su cabeza y que sólo sale cuando el genio aparece y el toro es perfecto. Morante, en aquel último toro, no fue sólo Morante, fue el torero que todos deberían ser, el hacedor del tiempo, lento y sin oídos para los avisos que cronometran este arte tan de dentro. Y de público, Morante nos hizo mirones y de mirones pasamos a nada, porque nada importaba más que Morante y el toro, por mucho que la plaza fueran olés y se cantaran las verónicas, que se pidiera a los cielos que el día no acabara nunca y que la vida, por favor, nos permitiera ser morantes y curros, brillantes, originales y caprichosos.

Rita Barata-Silvério en lasventas.com
(La foto es del gran Manon)

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